HORA SANTA POR LA VIDA

· Hora santa

1.-Exposición con procesión solemne por sacerdote

Canto

2.-Coloquio / oración inicial por sacerdote

3.-Proclamación de Salmo, Evangelio y predicación/meditación guiada

Señor, te pedimos humildemente, que aceptes este momento de oración como reparación por los crímenes contra la santidad de toda vida humana inocente; como acto de fe en la Providencia Divina que continúa gobernando el mundo con amor; como acto de esperanza en que la juventud del mundo pueda llegar a conocer los verdaderos valores y vivir de acuerdo con ellos; como acto de amor por toda la humanidad.

En la presencia Eucarística de tu Hijo, te pedimos que con su intercesión y el ejemplo de los santos nos ayude a defender y respetar la vida desde su concepción hasta su fin natural, y oremos con el Salmo 110

1. Palabra del Señor a mi señor: "¡Siéntate a mi derecha y ve cómo hago de tus enemigos la tarima de tus pies!"

2. Desde Sión extenderá el Señor el cetro de tu mando: domina en medio de tus enemigos.

3. "Tuyo es el principado desde el día de tu nacimiento; de mí en el monte sagrado tú has nacido; como nace el rocío de la aurora".

4. Juró el Señor y no ha de retractarse: "Tú eres para siempre sacerdote a la manera de Melquisedec".

5. A tu diestra está el Señor, aplasta a los reyes en el día de su cólera;

6. juzga a las naciones: está lleno de cadáveres, y de cabezas rotas a lo ancho de la tierra.

7. El bebe del torrente, en el camino, por eso levanta su cabeza.

Espacio de silencio simple (2 min).

Te ofrezco, Señor, todos mis pensamientos, obras y trabajos de este día.

Bendícelos a fin de que no haya ninguno que no sea hecho por amor.

Hoy de manera especial, permíteme reconocerte en la fracción del pan, y que, en este día solemne, al llegar la noche, seas Tú quien nos expliques las Escrituras y partas para nosotros el Pan.

  • De pie, por favor, para escuchar la Palabra del Señor…

Ministro: Del santo Evangelio según san Mateo 22, 1-14

Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda." Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».

Palabra del Señor.

R= Gloria a ti Señor Jesús.

Espacio de silencio para reflexionar la palabra (2min).

Canto

Meditación del Papa Francisco               

Ante todo la esencia cristiana es una invitación: solo nos convertimos en cristianos si somos invitados. Se trata de una invitación gratuita, a participar, que viene de Dios. Para entrar en esta fiesta no se puede pagar: o estás invitado o no puedes entrar. Si en nuestra conciencia no tenemos esta certeza de ser invitados entonces no hemos entendido qué es un cristiano.

Un cristiano es uno que está invitado. ¿Invitado a qué? ¿A una tienda? ¿Invitado a dar un paseo? El Señor nos quiere decir algo más: ‘¡Tú estás invitado a la fiesta!’ El cristiano es aquel que está invitado a una fiesta, a la alegría, a la alegría de ser salvado, a la alegría de ser redimido, a la alegría de participar de la vida con Jesús. ¡Ésta es una alegría! ¡Tú estás invitado a la fiesta! Se entiende, una fiesta es una reunión de personas que hablan, ríen, festejan, son felices. (Cf. S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).

Reflexión

¿Ya te enteraste de la gran noticia? ¡Se casa el hijo del rey!... Pero, ¿de cuál rey? Se trata de un rey muy especial. Hablamos del Rey de reyes, de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Nuestro Señor nos narra hoy la parábola de las bodas del hijo del Rey y del espléndido banquete que organiza en esa ocasión: “El Reino de los cielos –nos dice– se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo”... Jesús vuelve a usar ahora otra de las historias con que solía explicar a la gente el mensaje del Reino de Dios. Y también en esta ocasión se dirige a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Es una de esas parábolas que podemos llamar “históricas” porque lo que dice a modo de cuento sucedió realmente al pueblo de Israel o está para suceder a sus oyentes. Veámoslo con más calma.

El rey celebra la boda de su hijo. Y manda a sus servidores a avisar a los convidados para que vengan al banquete. Pero los convidados no vienen: uno se va a sus campos, otro a sus negocios, y otros maltratan a los enviados hasta matarlos. Entonces el rey, enfurecido, manda sus tropas contra esos asesinos y prende fuego a su ciudad. Luego vuelve a mandar más siervos a invitar a gente de todas partes para que vengan al banquete de su hijo. Y acuden pobres y ciegos, lisiados y mendigos, buenos y malos, hasta que la sala se llena de comensales. ¿Qué significa todo esto?

Creo que ya lo intuimos: el rey, obviamente, es Dios. Y su hijo, nuestro Señor Jesucristo. Los servidores son los profetas, que invitaban constantemente al pueblo de Israel, de parte de Dios, a entrar en su banquete; es decir, a ser fieles a la alianza que Él había pactado con ellos desde los tiempos de Abraham y de Moisés. Muchas veces en la Sagrada Escritura aparece la imagen del banquete como signo de la comunión de Dios con el hombre. Pero los convidados –o sea, el pueblo de Israel– no hacen caso a Dios y no le obedecen; algunos incluso llegan a matar a los profetas. Dios también castiga a su pueblo con el exilio y con la destrucción de Jerusalén, primero en tiempos de Babilonia y, después de la muerte de Cristo, bajo el poder de los romanos. Es entonces cuando Cristo funda su Iglesia convocando a los gentiles de todas las naciones, –son estos los invitados de los “cruces de los caminos”, como dice la parábola–. Y acude toda clase de gente, ricos y pobres, malos y buenos.

Pero... ¡ojo! No basta haber sido invitado. Se necesita venir en traje de fiesta. ¿Y cuál es ese traje de fiesta? La vida de gracia santificante. Que el vestido de nuestra alma se encuentre tan limpio y tan blanco como el día de nuestro bautismo. Sólo así participaremos en el banquete del cielo.

Pero, ¿por qué nuestro Señor compara su Reino a un banquete de bodas? Creo que la pregunta no es muy difícil. En la vida de los hombres una boda es siempre un gran acontecimiento. Basta ver con cuánta emoción prepara un padre o una madre de familia las bodas de sus hijos... Todos tenemos esta experiencia. Una boda es una fiesta magnífica, llena de júbilo y regocijo para todos: para los novios, obviamente, que ven cumplidos los sueños de su amor –al menos hasta este momento–; alegría para los papás, para los familiares, para todos los amigos y allegados de los novios, para todos los convidados al banquete. Además, un matrimonio siempre marca un antes y un después en la vida de los desposados: es una alianza de amor para siempre. Por eso Cristo quiso comparar su venida mesiánica a la tierra y su redención con una boda. Así comenzó la era de la “Nueva Alianza”, del Nuevo Testamento: son las bodas místicas de Cristo con su Iglesia.

Pero, ¡cuidado! No seamos nosotros como los primeros invitados al banquete que, por atender a sus propios negocios o intereses egoístas y particulares, no obedecieron la voz de Dios. También a nosotros nos puede pasar lo mismo si preferimos nuestro descanso, caprichos y comodidades personales antes de venir al banquete de Cristo. Y, ¿sabes cuál es ese banquete? La Iglesia y la fe, por supuesto. Pero seamos más concretos. Ese banquete es también la Sagrada Eucaristía. ¿Cuántas veces no acudes a la Misa dominical por preferir “tus campos, tus bueyes y tus negocios personales”? Cristo te está invitando a su banquete de bodas. ¿Aceptarás o rechazarás su invitación?.

Plegarias

Te ofrecemos estas oraciones por la misión que nos has confiado; la misión de defender la vida humana desde su comienzo con el milagro de la concepción, hasta la serenidad espiritual de la muerte natural. Para que no nos desanimemos ni perdamos tu dirección; Roguemos al Señor respondiendo a cada una de nuestras plegarias “Te lo pedimos Señor”

Te pedimos Señor por todas las madres que se encuentran embarazadas y tienen dificultades, para que sepan encontrar con la ayuda de la Iglesia la fuerza y el coraje que necesitan. Te lo pedimos Señor

Te pedimos Señor, para que todas las leyes protejan la vida, desde su concepción hasta su término. Te lo pedimos Señor

Te pedimos Señor para que todas las personas puedan evitar la tentación de resolver sus problemas recurriendo a la violencia, particularmente en contra de la vida humana en sus etapas más vulnerables. Te lo pedimos Señor

Te pedimos para que todos los enfermos que sufren depresión, puedan experimentar el cariño de la Comunidad Cristiana y el coraje de encontrar a Dios dentro del propio sufrimiento. Te lo pedimos Señor

Te pedimos para que todos nosotros seamos valientes a la hora de defender la Vida como el mayor regalo que Tú nos has hecho. Te lo pedimos Señor

Que la Iglesia, Pueblo de la Vida, pueda dar un alegre y convincente testimonio de que cada vida humana proviene de Dios, le pertenece a Dios, y está hecha para regresar a Dios. Te lo pedimos Señor

Oración final

Oh María, Aurora del mundo nuevo> Madre de los vivientes. A Ti confiamos la causa de la vida; mira, Madre, el número inmenso de niños a quienes se les impide nacer> de pobres a quienes se les hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana> de ancianos enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad. haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo, el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo. La alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. AMÉN.

Oración personal

Cantos (3) y silencio meditativo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. Pidamos para que, contemplando a Cristo en la Eucaristía, confiemos en Él.

4.-Bendición y letanías

Bendito sea Dios.

Bendito sea su Santo Nombre.

Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.

Bendito sea el Nombre de Jesús.

Bendito sea su Sacratísimo Corazón.

Bendito sea su Preciosísima Sangre.

Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.

Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.

Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.

Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.

Bendita sea su gloriosa Asunción.

Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.

Bendito sea San José su casto esposo.

Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

5.-Bendición final